martes, 17 de agosto de 2010

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De que Bicentenario de Colombia estamos hablando?
De que me estan hablando,yo me pregunto
si van doscientos años de sueños truncos
de que bicentenario me estan hablando
si el latigo tan solo cambio de mano

Los que nos conquistaron,nunca se fueron
si hasta en algunas plazas de nuestros pueblos
les hicieron estatuas,bustos y templos
que para nada cuentan sus atropellos

La historia no ha cambiado,en doscientos años
en nuestra propia tierra,somos extraños
se robaron el oro y nuestras riquezas
y a cambio nos dejaron solo pobreza

Luego llegaron otros…lobos hambrientos
le inventaron colores al pensamiento
le enseñaron al pueblo,que habia que odiarnos
y entre rojos y azules,fuimos muriendo

La patria ha estado herida,desde el comienzo
la fe nos la impusieron,con miedos nuevos
con credos y con cruces,nos doblegaron
los otros a la fuerza,nos desplazaron

Los que nos conquistaron, que no se fueron
nos siguen conquistando,por otros medios
hoy ya no usan:coraza,petos ni yelmos
han refinado el modo de someternos

Los otros solo miran con complacencia
como el pueblo se ahoga entre la miseria
esos conquistadores,que hoy son modernos
no olvidan la avaricia de sus ancestros

Y con una consigna,en su pensamiento
parece que dijeran:vamos po’el resto
…los otros con nuestro propio consentimiento
hace doscientos años que estan mintiendo

Ya no importan colores,ni sentimientos
se ha vuelto un arco iris,nuestro azul cielo
ser honesto…no cuenta,pa’ ser sincero
solo importa la forma de hacer dinero

Entre conquistadores y lobos hambrientos
los unos del pasado,otros modernos
poco a poco a la patria,se van llevando
por eso es que hoy pregunto,con tono extraño
DE QUE BICENTENARIO ME ESTA HABLANDO

martes, 10 de agosto de 2010

Los sufridos cabros de los 80 (y sufridas cabras...)

Hola! estamos reactivando este blog, para continuar con este sitio de encuentro virtual. A continuación un articulo de Marco Fajardo colectivizado por nuestro querido Hugo..animarse a seguir colaborando!!! bea
http://www.primeralinea.cl/p4_plinea/site/20021216/pags/20021216164953.html
Los sufridos cabros de los 80
Vivieron su adolescencia y universidad en la dictadura. Lucharon por la democracia en la calle y muchas veces arriesgaron la vida. Luego de 1990, se casaron, tuvieron hijos, se separaron. Algunos terminaron muertos, otros en la oficina, los menos en el poder. ¿Qué piensan hoy de aquellos tiempos y de los actuales?
¿Hay generación 80? ¿Valió la pena su lucha?
G 80 habla sobre el caso coimas y el futuro de la política
Por: Marco FajardoFuente: PrimeraLínea
“Los hijos del león español, decía Rubén Darío, un optimista nato. Los hijos de Walt Whitman, de José Martí, de Violeta Parra; desollados, olvidados, en fosas comunes, en el fondo del mar, sus huesos mezclados en un destino troyano que espanta a los supervivientes. (…) Pienso en Beltrán Morales, pienso en Rodrigo Lira, pienso en Mario Santiago, pienso en Reinaldo Arenas. Pienso en los poetas muertos en el potro de la tortura, en los muertos de sida, de sobredosis, en todos los que creyeron en el paraíso latinoamericano y murieron en el infierno latinoamericano”.

Roberto Bolaño, “Carnet de baile”


El domingo 10 de noviembre pasado, Luciano Carrasco se tiró a las vías del Metrotrén , en un paso de Lo Espejo. Tenía 31 años y un hijo. Su padre, el periodista José Carrasco, había sido secuestrado y asesinado por funcionarios de la Central Nacional de Informaciones (CNI) el 8 de septiembre de 1986, en represalia por el atentado que había sufrido el dictador Augusto Pinochet un día antes.

En aquel entonces, Luciano tenía catorce años. A los 20 fue padre de una hermosa niña. Pasaron los años y empezó a militar en el colectivo SurDa. “Se movía entre Renca, Pudahuel y Cerro Navia, se aparecía en La Bandera y en La Toma de Peñalolén", dijeron sus compañeros al diario comunista “El Siglo” luego de su muerte. En agosto de 1998, Luciano había dicho en la revista de la organización que "nuestra memoria histórica mantenga nuestra esperanza intacta. Que la esperanza no es el llanto ni la pena por las injusticias que nos oprimen el pecho. La esperanza, el futuro, la revolución, son gestos y acciones, son la fuerza con que todos los días levantamos la vista y gritamos: ¡Vamos a ser tremendamente libres!".

Sin embargo, dicen que nunca se recuperó de la desaparición de su padre, de cuyo secuestro fue testigo junto a su madre y sus dos hermanos. Hoy sus restos descansan en el Cementerio Parque del Sendero de la comuna de Maipú.

“Lo peor que nos puede pasar…”

Luciano era un miembro más de la “sección militante y combativa” de la generación de los 80, jóvenes políticamente activos, ligados al mundo de la izquierda y a los sectores progresistas de la Democracia Cristiana. Muchos de sus padres habían simpatizado con la Unidad Popular, estado detenidos o en el exilio, si es que habían sobrevivido. Algunos de ellos habían nacido en Bélgica, Australia o Venezuela.

En Santiago, los más jóvenes estudiaban en los liceos como el Darío Salas e Instituto Nacional, entre otros, o en los colegios Latinoamericano o Francisco de Miranda, donde ayudaron a re-crear la Feses (Federación de Estudiantes Secundarios). Esos que el 10 de julio de 1985, en pleno Estado de sitio, se tomaron el liceo A-12 “Arturo Alessandri Palma”, frente al Parque Bustamente, y el 25 de septiembre repitieron la hazaña con el copamiento del Liceo A-4 de Niñas de Matucana. El 5 de noviembre del año siguiente le tocó al liceo “Darío Salas”.

Otros empezaban a estudiar en las universidades cuyos rectores eran almirantes y generales. A fines de 1984 lograron rearticular la

Yerko LjubeticFederación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech), para reemplazar la Fecech, un organismo cuyos máximos integrantes eran designados por el gobierno militar y muchos de los cuales hoy militan en la UDI. Varios sufrieron detenciones y relegaciones, como el DC Yerko Ljubetic (estuvo en Dalcahue), primer presidente elegido democráticamente de esa organización estudiantil, hoy subsecretario del Trabajo, o su ex vicepresidente Gonzalo Rovira (entonces comunista), que fue enviado a un lugar cerca de Chuquicamata.

Escuchaban al cantautor cubano Silvio Rodríguez, prohibido en aquella época, y veían a escondidas malas copias de “La batalla de Chile”, el emblemático y kilométrico documental acerca de la Unidad Popular, realizado por Patricio Guzmán. Pagaban 15 pesos en la micro o hacían “metradas” al son del grito “porque es un derecho, el metro a quince pesos” (en aquel tiempo no se podía usar el pase escolar en el tren urbano).

Vieron ciclos del sueco Ingmar Bergman en el cine-arte Normandie, cuando este se ubicaba en la Plaza Italia (donde ahora funciona el Cine Alameda) o asistían a las peñas donde recitaba el poeta Mauricio Redolés o cantaba el humorista Felo. Fueron a los trabajos voluntarios de la Confech a Temuco en enero de 1986, cuando el Ejército intentó “empadronar” a los mil participantes mediante un bando. Tuvieron clases de “universidad alternativa” con literatos como Pía Barros o Raúl Zurita, como cuando en la “U” ocurrió el largo paro primaveral contra el rector delegado José Luis Federici, en 1987.

“Muchas cosas hermosas nos unían, pero la sensación de miedo era cotidiana”, señala el escritor Sergio Gómez. Él repudia abiertamente la “nostalgia pajera”, que “generalmente, deja lo bueno y borra mágicamente los asuntos detestables”. “Lo único concreto que extraño es la posibilidad del diálogo, esas conversaciones interminables, discutir proyectos, conversar eternamente. El dialogar se ha perdido, se ha transformado simplemente en hablar. Conversar era representar ideas, hablar con la cabeza y el corazón, que ahora, en grupos sociales distintos y de distintas edades, me cuesta mucho encontrar”.

“Recuerdo aquella época con mucho cariño, con mucho afecto”, dice Rovira, hoy microempresario informático. Y entrega un ejemplo: “Los Prisioneros tocaron en mi campaña para presidente del Centro de Alumnos de la Facultad de Filosofía el año 1983. Eran unos muchachitos que venían de San Miguel y los llevaron unos amigos que estaban en mi campaña, y que después formaron el grupo Upa”.

La muerte

Fue una generación marcada por graffittis de aquella época como aquel que decía: “lo peor que nos puede pasar es que Pinochet se muera de viejo”.


Gonzalo RoviraMuchos de sus integrantes nunca tuvieron algo tan simple como una agenda con los números telefónicos de sus amigos, porque era peligroso. “La vida que llevábamos no nos permitía establecer amistades”, recuerda Gonzalo Rovira, licenciado en Literatura. “Eso lo pudimos hacer después, cuando teníamos el paraguas de la organización estudiantil”, afirma.

Una generación marcada también por sensaciones como “ya basta de hablar de sufrimientos, tener susto y de pasarlo mal”, como dijo en 1987 el socialista Rafael Ruiz Moscatelli, luego de estar diez años clandestino y tres años preso.

Vivieron las situaciones propias de “El proceso” de Franz Kafka, como le sucedió a la entonces estudiante de Tercero Medio, Claudia Aranda, expulsada en abril de 1987 del liceo A-13 “Confederación Suiza” por el entonces rector Juan Kuehr Bachman y la inspectora general, Violeta Mir, hoy ambos jubilados. Claudia había hecho un dibujo y escrito aquel verso de Neruda que decía: “juramos que la libertad levantará su flor desnuda sobre la arena deshonrada”, y más tarde escribió: “las conciencias están asfixiadas por el temor”, todo lo cual ofendió a las autoridades. Durante la dictadura, más de mil 600 estudiantes secundarios fueron expulsados por razones políticas. (Claudia, luego de casarse, tener tres hijos y graduarse como periodista en la Usach, hoy cursa un magíster en Valparaíso, donde vive).

No en vano el estudiante Kiriakos Markar, decía en 1987 a la revista “Análisis”: “imagínese que yo no le creía a mi mamá que ella se metía en el Congreso y que levantaba la mano para votar una ley. Yo pensaba que me mentía. Son cosas que nosotros no conocimos y por tanto nos cuesta imaginarlas”. Kiriakos luego emigró a Australia.

Eran otros tiempos. Gonzalo Rovira recuerda que en una ocasión había que tomar una decisión política. “Habían asesinado a un estudiante de la Universidad de Chile y teníamos cien alumnos encerrados en una iglesia. Los dirigentes no nos podíamos poner de acuerdo y Yerko (Ljubetic) propuso presentar las propuestas a los estudiantes”, lo cual finalmente se hizo. “Y ahí no importaba lo que pensara el Partido Demócrata-Cristiano, el Partido Socialista o el Partido Comunista. Éramos nosotros y la gente que creía en nosotros”, dice.

Una generación con sus íconos, como el estudiante Caupolicán Inostroza, asesinado por Carabineros en la Universidad de Concepción en marzo de 1984.


Sergio Micco“Cuando ingresé a la Universidad de Concepción, nadie podía llamarse libre ni estaba seguro”, recuerda el abogado Sergio Micco (DC), ex presidente de la Federación de Estudiantes (Fec) el período 1985-1986 y actual director ejecutivo del Centro de Estudios del Desarrollo (CED). “Contemplé la muerte de Caupolicán Inostroza, por desangramiento, en el campus universitario. No tenía más ni tuvo jamás más de 22 años. Fue el 27 de marzo de 1984, a mediodía. No lo olvidaré nunca”, dice.

“El día de la muerte de Inostroza yo estaba a sólo metros de él, y junto a otros estudiantes lo recogimos ensangrentado desde el piso de una playa de estacionamiento, donde cayó mortalmente herido”, recuerda el escritor Sergio Gómez, quien estudiaba Derecho en aquella época. “Cuando lo llevábamos para que le prestaran atención médica, todos los que iban conmigo –lo supe después al conversarlo con ellos- nos decíamos lo mismo: ‘no es tanto, no es tanto, se recuperará’. Esto ocurrió al mediodía”.

Por la tarde “esperábamos en el foro de la universidad, cuando llegaron con la noticia que Inostroza había muerto en el hospital. Todos nosotros, que lo habíamos cargado, otra vez pensamos que fácil es quitar la vida un ser humano. Sería una lección que nunca olvidé. Todos nuestros diagnósticos de que se recuperaría no sirvieron de nada. Creo que desde ese momento, todavía me acuerdo, desde las tres de la tarde de ese día, al menos en mi caso –como se dice dramáticamente- perdí para siempre la inocencia”.

También hubo muchos otros jóvenes asesinados. Patricio Manzano, detenido en febrero de 1985 en San Felipe y muerto por torturas por la policía uniformada, Ronald Wood, estudiante del IPS (hoy Utem), asesinado por el Ejército en el Puente Loreto en mayo de 1986, o Mario Martínez, secretario general de la Feusach, quien apareció muerto en las Rocas de Santo Domingo en agosto del mismo año, luego de investigar las redes de soplonaje interno de la Usach. Entre muchos otros.

Entre muchos otros.

La dispersión

Diversos fueron sus destinos después del plebiscito de 1988, que abrió el camino para la democracia por la cual tanto habían luchado en la calle.

Algunos murieron de Sida. Otros fueron asesinados o terminaron en prisión. Allí están el joven comunista de 16 años, Claudio Andrés Paredes Tapia, dinamitado por agentes de la CNI en un departamento de la Villa Portales el año mismo del plebiscito. O el lautarista Marco Antonioletti, asesinado en 1990, que ya solía ir con guardaespaldas a sus clases como alumno secundario de Cuarto Medio del Colegio “Lord Cochrane” de Santiago Centro.

Muchos terminaron en prisión, como Ricardo Palma Salamanca, legendario militante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), quien junto a otros tres frentistas se fugó de la Cárcel de Alta Seguridad en 1996.

Pocos terminaron en el gobierno, como el ex diputado Tomás Jocelyn-Holt (DC) y el actual legislador Esteban Valenzuela (PPD), máximos representantes de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica en 1985, Germán Quintana (DC), ex intendente de Santiago, quien fuera presidente de la Fech en 1987, Daniel Farcas (PPD), también ex dirigente de la Fech y recientemente destituido de su cargo en el Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (SENCE), Guido Girardi (PPD), ex presidente de los estudiantes de Medicina de la “U” y hoy diputado, o Claudio Orrego (DC), ex ministro del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, cuya detención en la Plaza de la Constitución, luego de una manifestación pacífica contra la tortura, registra el documental “Imágenes de una dictadura” de Patricio Henríquez.

También algunos marcharon al extranjero, como Carolina Tohá, ex vicepresidente de la Fech y hoy diputada, quien se fue a Italia en 1989 y volvió recién en 1994 o Marco Antonio Núñez que se fue a Estados Unidos y volvió en enero a la Intendencia de la Quinta Región. Pero el grueso se “fue para la casa”.

“La mayoría no cumplió con sus sueños de juventud y terminó renunciando y privatizándose”, afirma Sergio Micco. “Como son inteligentes, para tamaña deserción alegan razones morales auto laudatorias. Creen que son demasiado buenas para participar en algo tan malo como es la política dirigida por unos malvados ‘viejos’. Otro puñado se metió a las oficinas públicas y ya no saben lo que es una asamblea partidaria ni una organización social. Les gusta estar a la moda intelectual - liberalismo light - y ya no saben quiénes son ni para dónde van”.

Dice que sólo a unos pocos los ve igual que en 1981. “Las decepciones de la madurez personal política no los han llevado al cinismo ni al acomodo. Esos son los grandes, los mejores y más felices”.

“Elogio el pasado de nuestra generación, pero mi diagnóstico de hoy es bastante negativo. Porque entre más grandes los talentos y ambiciones, más altas las responsabilidades y exigencias”, sentencia.

Gonzalo Rovira es más optimista.

“Mi generación ha estado preparándose, formándose, y estoy seguro que en esta década nos vamos a encontrar todos haciendo cosas”, señala.

¿Qué piensan hoy de la política y la democracia, cuando la Concertación se ve cuestionada por escándalos como el “Caso Coimas”? ¿Volverían a luchar, como lo hicieron, por esta democracia?