viernes, 5 de septiembre de 2008

Algún día del año 1985. Universidad de Concepción.

2 comentarios:

Unknown dijo...

UNO DE TANTO RECUERDOS
Corrían los albores de los años 80', exactamente 1981, saliendo de la cuna liceana e ingresando de a poco a un nuevo mundo. Era un adolescente neto, alegre, loco y conciencia, sin saber que la vida traería muchas sorpresas. Una de ellas es haber conocido a Silvia en ese nuevo mundo, el de universitario.
Sin dudas mis recuerdos me llevan con sonrisa al casino de aquel espacio universitario en Talcahuano, a la hora de almuerzo en el cuchareo y golpeteo de mesas que se realizaba día a día, diciéndole a ese pequeño mundo ¡BASTA!. Es ahí donde poco a poco voy adquiriendo compromisos.
Luego de terminar la manifestación diaria y almorzar, como buen adolescente era sin dudas bastante "incha pelotas". Silvia solo observaba el accionar de muchos y obviamente el mio, hasta que un buen día se sienta a mi lado y me dice más o menos así: "Eres un buen cabro, muchas veces bastante claro en lo que hablas, pero te contradices con tu actitud, tienes que cambiar...".
Me llamó tanto la atención que a la hora de almorzar, la buscaba para conversar, aprender, conocer una nueva cultura y grandes valores que se fueron arraigando en mi gracias a Silvia...
Con este pequeño recuerdo digo: "Silvia aún estás presente, gracias, millones de gracias por tus enseñanzas..."
Gonzalo

Unknown dijo...

Otro hermoso recuerdo:
Este pese a ser un tanto gracioso, nos volvió a enseñar "Todos los caminos llegan a Roma" o asimilando la situación "Todas las formas de lucha son válidas".
Bien, el momento fue el siguiente:
Era un día sábado en invierno del año 1986, habíamos planificado una reunión de estudios y posteriormente un jolgorio. todo ello se realizaría en una casa cercana a la "U" y entrando a la combativa población "aguita la perdiz"; la casa quedaba en la calle Chorrillos, enclavada en el cerro. Para llegar a ella había una escalera por un costado la cual te permitía subir. Fuimos llegando de a poco.
Eran aproximadamentelas 18 horas y como buena ciudad sureña llovía a mares. Faltaba gente por llegar y entre ellas Silvia e Ines. Ambas llegaron juntas. Lo simpático de este recuerdo es que ellas no vieron escalera, subieron como si estuvieran escalando un cero. Comprenderan que desde arriba se veía la maniobra y causaba risa el gateo, el resbalón, la embarrada de las dos compañeras que obviamente al llegar a la cima preguntaron como habíamos subido, esto hizo que todos los presentes estallaramos en risa sin poder decir con palabras que existía una escalera, por lo que nos limitamos a mostrar con el dedo la subida.
Pese a las risas, Silvia nos volvió a enseñar pero esta vez no con palabras sino que con una hermosa sonrisa que la hizo sumarse al resto...
Gonzalo